
El conocimiento científico forma parte del acervo cultural de la Humanidad, construido colectivamente mediante la lucha del ser humano contra el Mito, para "arrancarle a la naturaleza sus secretos" y “repartirlos entre los hombres” (como dijo Gregorio Marañón, refiriéndose a Madame Curie). Es Cultura, imprescindible para el desarrollo integral del ser humano y una herramienta fundamental para interpretar el mundo y no quedar fuera del juego intelectual de nuestra época. Esta comprensión del mundo es, además, el sustrato para liberarnos de supersticiones; pseudociencias, como la ufología, astrología y demás "ciencias" ocultas; terapias milagrosas; fraudes; manipulaciones y engaños. Todo un universo de patrañas que se multiplican sin control por la red y la televisión y a las que Carl Sagan, en su libro "El Mundo y sus demonios", responsabiliza de una nueva edad oscura.
Las Ciencias nos informan de los riesgos ambientales y de sus consecuencias (inundaciones, tornados, huracanes, sequías, etc.); pueden predecir algunas catástrofes naturales con una cierta precisión (tsunamis, volcanes, deslizamientos, etc.) y nos desvelan qué zonas del planeta son más seguras y cuáles son más peligrosas para los asentamientos humanos.
Pero, además, nos facilitan la comprensión de las interacciones entre el ser humano y su medio: calentamiento global; agotamiento de los recursos naturales; falta de agua, energía y/o alimentos para abastecer a la población mundial; pérdida de biodiversidad; contaminación ambiental; etc.
Y derivado de de este conocimiento, sobre ellas descansa el conjunto de soluciones a los problemas medio-ambientales, cuando éstas satisfacen ciertos criterios éticos (la Ciencia construye “los saberes”, mientras que la Ética, “los deberes”): Un conjunto de soluciones racionales e imaginativas dentro de lo que conocemos como Desarrollo Sostenible, que no comprometa el futuro de las generaciones venideras y que garantice unos niveles de vida dignos para todos los ciudadanos/as.
Por otra parte, la medicina y la mayoría de los objetos y materiales de uso corriente son productos del desarrollo científico y tecnológico y nos están abriendo las puertas a un grado de bienestar sin precedentes, pero también a una serie de nuevos dilemas y retos (contaminación electromagnética, clonación, Ingeniería Genética, etc.) que hay que entender y valorar en su justa medida, buscando fórmulas compatibles con un modelo de desarrollo ajustado a los ciclos naturales, que garantice, además, el acceso a unas mejores condiciones de vida para todos los habitantes del planeta.
Dentro de este ámbito, las Ciencias fomentan actitudes y hábitos para el cuidado de la salud, así como conocimientos para hacer frente a los riesgos relacionados con la alimentación, el consumo, las drogodependencias y la sexualidad, proporcionando también las claves necesarias para comprender las nuevas tecnologías y sus posibles consecuencias para la salud y el medio ambiente. Con los últimos avances genéticos y neurobiológicos, las Ciencias nos están ayudando a redefinir la condición humana, situando a nuestra especie en el lugar que le corresponde en la naturaleza y de esta forma afrontar las nuevas perspectivas sobre la libertad, la mente y sus enfermedades, la felicidad, etc.
Por otra parte, la disminución del analfabetismo científico nos proporciona la mejor vacuna individual y colectiva contra el dogmatismo y el fanatismo religiosos y contribuye a la necesaria y efectiva integración cultural, étnica, lingüística, social y económica de los diferentes pueblos y naciones y, a largo plazo, al desarrollo económico y social de los países más pobres. Finalmente, la Ciencia, en general, pone en juego valores que le son inherentes: escepticismo; racionalidad, entendida como el poder de la razón para comprender el mundo; búsqueda de la verdad objetiva; participación de la colectividad en la construcción del conocimiento; rigor intelectual; debate y confrontación de ideas; provisionalidad; etc. Por todo ello, la enseñanza de las Ciencias contribuye a la formación de ciudadanos críticos, capaces de entender la complejidad del mundo y los cambios que estamos experimentando, a la vez que nos capacita para cuestionar las políticas de nuestros gobernantes y adoptar de forma autónoma, racional y fundamentada nuestras propias decisiones, facilitándonos la participación activa en la comunidad, como ciudadanos informados, comprometidos, libres y responsables. En definitiva, la socialización del conocimiento científico es la esencia de la democracia.
Y si esto es así: ¿Por qué los políticos deciden por ley que esta Cultura sea inaccesible para la mayoría del alumnado a partir de los 15-16 años? Buena pregunta en el año de la Ciencia.
(El Día de Córdoba. 03.03.07)
Las Ciencias nos informan de los riesgos ambientales y de sus consecuencias (inundaciones, tornados, huracanes, sequías, etc.); pueden predecir algunas catástrofes naturales con una cierta precisión (tsunamis, volcanes, deslizamientos, etc.) y nos desvelan qué zonas del planeta son más seguras y cuáles son más peligrosas para los asentamientos humanos.
Pero, además, nos facilitan la comprensión de las interacciones entre el ser humano y su medio: calentamiento global; agotamiento de los recursos naturales; falta de agua, energía y/o alimentos para abastecer a la población mundial; pérdida de biodiversidad; contaminación ambiental; etc.
Y derivado de de este conocimiento, sobre ellas descansa el conjunto de soluciones a los problemas medio-ambientales, cuando éstas satisfacen ciertos criterios éticos (la Ciencia construye “los saberes”, mientras que la Ética, “los deberes”): Un conjunto de soluciones racionales e imaginativas dentro de lo que conocemos como Desarrollo Sostenible, que no comprometa el futuro de las generaciones venideras y que garantice unos niveles de vida dignos para todos los ciudadanos/as.
Por otra parte, la medicina y la mayoría de los objetos y materiales de uso corriente son productos del desarrollo científico y tecnológico y nos están abriendo las puertas a un grado de bienestar sin precedentes, pero también a una serie de nuevos dilemas y retos (contaminación electromagnética, clonación, Ingeniería Genética, etc.) que hay que entender y valorar en su justa medida, buscando fórmulas compatibles con un modelo de desarrollo ajustado a los ciclos naturales, que garantice, además, el acceso a unas mejores condiciones de vida para todos los habitantes del planeta.
Dentro de este ámbito, las Ciencias fomentan actitudes y hábitos para el cuidado de la salud, así como conocimientos para hacer frente a los riesgos relacionados con la alimentación, el consumo, las drogodependencias y la sexualidad, proporcionando también las claves necesarias para comprender las nuevas tecnologías y sus posibles consecuencias para la salud y el medio ambiente. Con los últimos avances genéticos y neurobiológicos, las Ciencias nos están ayudando a redefinir la condición humana, situando a nuestra especie en el lugar que le corresponde en la naturaleza y de esta forma afrontar las nuevas perspectivas sobre la libertad, la mente y sus enfermedades, la felicidad, etc.
Por otra parte, la disminución del analfabetismo científico nos proporciona la mejor vacuna individual y colectiva contra el dogmatismo y el fanatismo religiosos y contribuye a la necesaria y efectiva integración cultural, étnica, lingüística, social y económica de los diferentes pueblos y naciones y, a largo plazo, al desarrollo económico y social de los países más pobres. Finalmente, la Ciencia, en general, pone en juego valores que le son inherentes: escepticismo; racionalidad, entendida como el poder de la razón para comprender el mundo; búsqueda de la verdad objetiva; participación de la colectividad en la construcción del conocimiento; rigor intelectual; debate y confrontación de ideas; provisionalidad; etc. Por todo ello, la enseñanza de las Ciencias contribuye a la formación de ciudadanos críticos, capaces de entender la complejidad del mundo y los cambios que estamos experimentando, a la vez que nos capacita para cuestionar las políticas de nuestros gobernantes y adoptar de forma autónoma, racional y fundamentada nuestras propias decisiones, facilitándonos la participación activa en la comunidad, como ciudadanos informados, comprometidos, libres y responsables. En definitiva, la socialización del conocimiento científico es la esencia de la democracia.
Y si esto es así: ¿Por qué los políticos deciden por ley que esta Cultura sea inaccesible para la mayoría del alumnado a partir de los 15-16 años? Buena pregunta en el año de la Ciencia.
(El Día de Córdoba. 03.03.07)
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