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sábado, 1 de octubre de 2011

¿Para qué sirve la Cultura Científica?

Este artículo fue publicado en mi web y en el Día de Córdoba, de forma resumida, en el año 2007. Hoy he sentido la necesidad de rescatarlo por dos razones: La primera, por el deterioro progresivo de  la calidad de las enseñanzas que se imparten en la escuela pública, debido a los recortes en cuanto a profesorado y recursos en muchas Comunidades Autónomas. Poco a poco se desvanece el ideal por el que luchamos desde hace varios años en la APCCC: La mejora de las enseñanzas científicas.

La segunda razón tiene que ver con el papel que le corresponde a la Ecología y a las Ciencias Ambientales en el establecimiento de los límites a las Tecnologías. Por su carácter global, son las impulsoras  de las herramientas intelectuales, metodológicas  y éticas necesarias a la hora de interactuar con el planeta: Establecimiento de Impactos Ambientales, contaminación ambiental y sus efectos en la salud de los ecosistames, desertización, etc. 

Sin querer confundir la Ecología con el  Ecologismo, afirmo que son estas herramientas y metodologías, y no otras, las que  sirven como soporte científico a una gran parte de las propuestas y actuaciones de muchos grupos ecologistas racionales, cuya meta no es otra que la conservación del medio ambiente  y su legado, en las mejores condiciones,  a las generaciones venideras. Muy lejos de la imagen que nos venden algunos colaboradores de esa ruidosa comunidad de escépticos de primera generación, a los que yo denomino Versión 1.0, por su falta de compromiso medio-ambiental (no todos/as, obviamente). Un movimiento ecologista que con sus aciertos y errores, como en cualquier empresa humana, persigue un mundo mejor para todos/as. Tal vez otros grupos o investigadores/as individuales, volcados en la ganancia lícita de beneficios a corto plazo, mediante el desarrollo de las nuevas aplicaciones tecnológicas, no pueden alegar a su favor la independencia, la generosidad  y los ideales que mueven a la mayoría de los ecologistas.

Herpes simplex. 1 de octubre de 2011

El saber científico es multidimensional. Está formado por conceptos, incluyendo los hechos, las teorías y las leyes; los procedimientos y los métodos de la Ciencia y las actitudes y valores que la sustentan y permiten sus aplicaciones dentro de los límites establecidos por una ética universal.  Es Cultura, imprescindible para el desarrollo integral del ser humano y una herramienta fundamental para interpretar el mundo y no quedar fuera del juego  intelectual de nuestra época.
Evolución, Procesos Químicos, Transformaciones de la Energía, Historia del Universo, de la Tierra y de la Vida, Ecosistemas, Neurociencias, Genética, etc.  forman parte del acervo cultural de la Humanidad, construido colectivamente mediante la lucha del ser humano contra el Mito, para "arrancarle a la naturaleza sus secretos" y “repartirlos entre los hombres” (como dijo Gregorio Marañón, refiriéndose a Madame Curie, durante la gira de la ilustre química por España).
Esta comprensión del mundo es, además, el sustrato para liberarnos de supersticiones, pseudociencias (ufología, astrología, ciencias ocultas, etc.) terapias milagrosas,  fraudes,  manipulaciones y engaños, muchos de los cuales se multiplican sin control por la televisión y por la red, a golpe de ratón. Todo un universo de patrañas a las que Carl Sagan,  en su libro "El Mundo y sus demonios" , responsabiliza de una  nueva edad oscura. Un ejemplo reciente de esta oscuridad cibernética es la proliferación de hoax  o mensajes de correo electrónico  que, con un carácter aparentemente  riguroso y científico, se multiplican en cadena, siendo  difíciles de cuestionar  con la educación científica actual (tampones con amianto, rayón y dioxinas, que causan problemas de salud en las usuarias, por ejemplo).  
Las Ciencias nos informan de los riesgos ambientales y de sus consecuencias (inundaciones, tornados, huracanes, sequías, etc.); pueden  predecir algunas catástrofes naturales con una cierta precisión (tsunamis, volcanes, deslizamientos, etc.) y nos desvelan qué zonas del planeta son más seguras y cuáles son más peligrosas para los asentamientos humanos.
Pero, además, nos facilitan  la comprensión de las interacciones entre el ser humano y su medio: calentamiento global, agotamiento de los recursos naturales, falta de agua, energía o alimentos para abastecer a una población mundial, pérdida de biodiversidad, contaminación ambiental, etc. 
Y, derivado de este conocimiento, sobre ellas descansa el conjunto de soluciones a los problemas medio-ambientales generados por el desarrollo científico-tecnológico, cuando éstas satisfacen ciertos criterios éticos (la Ciencia construye “los saberes” y la Ética, “los deberes”): Un conjunto de soluciones racionales e imaginativas dentro de lo que conocemos como Desarrollo Sostenible, que no comprometa el futuro de las generaciones venideras y que garantice unos niveles de vida dignos para todos los ciudadanos/as.
Por otra parte, la medicina y la mayoría de los objetos y materiales de uso corriente, son productos del desarrollo científico y tecnológico y nos están abriendo las puertas a un grado de bienestar sin precedentes, pero también a una serie de dilemas y retos (contaminación electromagnética, clonación, Ingeniería Genética, etc.) que hay que saber analizar, entender y valorar en su justa medida, buscando fórmulas compatibles con un modelo de desarrollo ajustado a los ciclos naturales, que garantice, además,  el acceso a unas mejores condiciones de vida de todos los habitantes del planeta.
Dentro de este ámbito, las Ciencias fomentan actitudes y hábitos para el cuidado de la salud, así como conocimientos para hacer frente a los riesgos relacionados con la alimentación, el consumo, las drogodependencias y la sexualidad, proporcionando también las claves necesarias para comprender las nuevas tecnologías y sus posibles consecuencias para la salud y el medio ambiente.
Con los últimos avances genéticos y neurobiológicos, las Ciencias nos están ayudando a redefinir la condición humana, situando a nuestra especie en el lugar que le corresponde en la naturaleza y, de esta forma, afrontar las nuevas perspectivas sobre la libertad, la mente y sus enfermedades, la felicidad, etc.
Por otra parte, la disminución del analfabetismo científico nos proporciona la mejor vacuna individual y colectiva contra el dogmatismo y el fanatismo religiosos y contribuye a la necesaria y efectiva integración cultural, étnica, lingüística, social y económica de los diferentes pueblos y naciones y, a largo plazo, al desarrollo económico y social de los países más pobres, basado en el bienestar y en la mejora de la calidad de vida de todos sus ciudadanos, la conservación de su medio ambiente, la transmisión de valores éticos y el reparto justo de la riqueza.
Finalmente, la Ciencia en general, como empresa ética colectiva, pone en juego valores que le son inherentes: el escepticismo; la racionalidad, entendida como el poder de la razón para comprender el mundo; la búsqueda de la verdad objetiva;  la participación de la colectividad en la construcción del conocimiento;  el rigor intelectual;  el debate y la confrontación de ideas;  la provisionalidad de sus teorías; etc.
Por todo ello, la enseñanza de las Ciencias  contribuye a la formación de ciudadanos críticos, capaces de entender la complejidad del mundo y los cambios que estamos experimentando, a la vez que  nos capacita para cuestionar las políticas de nuestros gobernantes y adoptar de forma autónoma, racional y fundamentada  nuestras decisiones, facilitándonos la participación activa en la comunidad, como ciudadanos informados, comprometidos, libres  y responsables. En definitiva, la socialización del conocimiento científico, entendido como Cultura, es la esencia de la democracia.

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