Páginas

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Críticas al documental "Del Mito a la Razón"


La siguiente colaboración fue enviada a los coordinadores del proyecto "Hablando de Ciencia", para su publicación en el blog del mismo nombre. Éstas han sido las razones por las que han decidido no publicarla en forma de post:

Sí bien entendemos tu crítica con respecto a algunos de los datos aportados en el documental "Del Mito a la Razón", no compartimos la necesidad de realizar una publicación donde el punto principal sea la crítica del mismo, ya que, sí bien es cierto que "Lyell no afirmó que la tierra constaba de 4500 ma" el concepto contextual del cambio de mentalidad (de una tierra joven a una tierra inconmensurablemente vieja) queda patente en el vídeo, y por tanto, es un error, cierto, pero no lo suficientemente grave para sobrevalorarlo.

Por otro lado, sí vemos interesante y adecuado corregir, completar y complementar el resto de información que se aporta en el documental y que es de carácter divulgativo, pero no nos parece adecuado hacerlo denostando un documento que nos parece de sobrada calidad y teniendo en cuenta sus precedentes.

Como comprobarás es una cuestión de matices, y estaremos encantados de leer una propuesta de post con toda la información que aportas en tu texto y valorar tu contribución puntual o periódica.
 
Cordialmente

El equipo de Edición de HdC

Mi respuesta:

Muchas gracias por tenerlo en cuenta. Yo creo que son errores importantes. A mi juicio,  aunque el documental es una síntesis de la evolución del conocimiento, desde el mito a la razón, no debe incluir falsedades históricas. No obstante acepto de buen grado vuestra decisión. Lo pondré en mi blog y lo insertaré como comentario en el vuestro. Pero creo que su publicación no significaría menospreciar  o denostar el documental. Al contrario, demostraría la humildad de sus autores/as, que recogen sin acritud las correcciones y las críticas y por consiguiente, expresarían en toda su extensión la grandeza del espíritu de la Ciencia, en constante revisión y evolución.(...)

ALGUNAS APORTACIONES GEOLÓGICAS AL DOCUMENTAL “DEL MITO A LA RAZÓN”

Creo que es un buen documental, aunque podría haberse estructurado en tres partes, para facilitar la asimilación de los conceptos científicos que se ponen en juego. Enhorabuena a todos/as los que han contribuido a alumbrar esta interesante obra de divulgación científica. No obstante, quiero aprovechar la invitación de los coordinadores del proyecto “Hablando de Ciencia” para transformar unos apresurados comentarios en una entrada a este blog, desarrollando algunas críticas y precisiones respecto al capítulo dedicado a la evolución y a la edad de la Tierra.

El texto del documental al que hago referencia dice así: “La teoría de la evolución de Darwin llevaba un planteamiento específico y revolucionario. Para dicha perspectiva Darwin se inspiró en los descubrimientos del geólogo británico Charles Lyell. Lyell, estudiando los estratos hizo cálculos aproximados de la edad del planeta. Dichos estudios desvelaron que la Tierra existía desde hacía 4500 ma. Frente a los 6000 años de antigüedad que en aquella época se le atribuían, estos 450 ma hicieron posible que Darwin comenzara a concebir la evolución como un proceso más complejo que el planteado por Lamarck. (…)”

He aquí mis aportaciones, escritas con espíritu constructivo, como debe ser la colaboración entre todos/as los que nos dedicamos a construir la Ciencia, a divulgarla y/o a enseñarla en nuestras escuelas e institutos.

En primer lugar, creo que en el documental se despacha de forma muy simple y, sobre todo, errónea, el tema de la evolución y de la edad de la Tierra. Sin mencionar que el plano mientras se habla de Lyell no es muy afortunado: El presentador está delante de un estrato que no se aprecia con claridad ni en toda su extensión. ¡Una pena porque una columna estratigráfica deformada es siempre una maravilla de la naturaleza! Pero vayamos a los argumentos.

Fotografía 1: Siccar Point, eroded gently sloping Devonian Old Red Sandstone layers forming capping over conglomerate layer and older vertically bedded Silurian greywacke rocks. 


Sabemos que en tiempos de Lyell y de Darwin sólo la Iglesia mantenía que la Tierra tenía una edad de unos 6000 años, habiendo sido creada por Dios a las nueve de la mañana, el día 25 de octubre del año 4004 a C. Esta concepción data de 1650 y es del arzobispo irlandés Ussher. Sin embargo, la mayoría de los geólogos no aceptaban la cronología bíblica, en la que la Tierra y los seres humanos eran coetáneos. Esto nos permite afirmar con rotundidad que el paso de los 6000 años (el mito) a los 4500 ma (la razón) no fue tan rápido, como parece deducirse del visionado del vídeo. Obviamente, la elipsis es una necesidad que impone el medio audiovisual (no es lo mismo un libro que un documental), pero creo que se podría haber contado de otra manera, introduciendo algunas de las ideas geológicas que precedieron a las de Darwin. Por ejemplo, las de Cuvier, un geólogo catastrofista que suponía una secuencia de “mundos previos”, al analizar las diferentes faunas fósiles halladas en los estratos. O el pensamiento de Hutton, quien concebiría, estudiando los estratos de Siccar Point en 1788 (Fotografía 1), el abismo del tiempo geológico: Una Tierra "sin vestigios de comienzo ni perspectivas de final". Eran los albores del uniformitarismo (gradualismo) en Geología, una doctrina contraria al catastrofismo imperante. Este episodio, por sí mismo, hubiese sido digno de mención en el documental, ya que supuso un cambio revolucionario en el paradigma de la Ciencia Geológica a finales del XVIII.

Por otra parte, Lyell no estableció una edad de 4500 ma y por tanto, Darwin no pudo utilizar este dato para proporcionar, a su mecanismo de evolución por selección natural y adaptación al medio, el tiempo que necesitaba. Es este el error más importante de este capítulo, porque sitúa en el siglo XIX un descubrimiento de mediados del XX, borrando de un plumazo todas las investigaciones y el fructífero debate sobre la edad de la Tierra, al que se entregaron con pasión geólogos, físicos y geofísicos durante muchas décadas. A pesar de ello, Lyell, como buen uniformitarista, sí proponía una gran disponibilidad de tiempo para permitir la erosión y la sedimentación de los estratos, así como los cambios evolutivos. Pero fue prudente a la hora de proponer una edad para la Tierra. Ni mucho menos realizó cálculos que le llevaran a la conclusión que se establece en el documental. 

Darwin, por el contrario, sí se atrevió a llevarlos a la práctica, con el fin de demostrar que los mecanismos evolutivos que proponía eran viables en el tiempo. Estudió la erosión de Weald (Fotografía 2), un anticlinal al sureste de Inglaterra y propuso que su proceso de denudación había durado unos 300 ma. Otro geólogo, J. Phillips hizo su propio estudio, a partir del ritmo de sedimentación y de la potencia de la columna estratigráfica global y estimó la edad de la Tierra en 96 ma. Esto desmontaba la idea de una Tierra con una edad virtualmente ilimitada a disposición de los geólogos, como proponían Lyell y los uniformitaristas.

Fotografía 2: Un diagrama simplificado geológica de la Cúpula Wealden como en relación con Kent. http://en.wikipedia.org.es.mk.gd/wiki/Weald

Pero el más crítico con la estimación de Darwin sobre la edad de Weald fue William Thomson, conocido como Lord Kelvin. Este famoso físico, basándose en estudios termodinámicos y en la hipótesis de una Tierra fundida en sus orígenes que fue enfriándose lentamente, estableció una edad para nuestro planeta de unos 24 ma (rebajando en varias decenas de millones de años sus primeras aproximaciones). La teoría de la evolución por selección natural estaba tocada. Darwin lo sabía e incluso llegó a retractarse de sus cálculos. Fue una de las grandes preocupaciones de Darwin. En una carta dirigida a Lyell, reconocía “haberse quemado los dedos con Wealden (…)”. En la sexta edición del Origen de las especies se inclinó por no decir nada al respecto, a causa de la falta de conocimientos sobre el ritmo de cambio de las especies y la ignorancia que existía sobre el interior de nuestro planeta. Pero Huxley, su bulldog, sí se atrevió a criticar al prestigioso Kelvin y su modelo matemático. Y no sólo él. Hubo cierta oposición entre geólogos y algunos físicos, como J. Perry. En 1900 se aceptaba una edad de unos 100 ma. Obviamente, la idea de Hutton y de Lyell de un tiempo indefinido para los procesos geológicos había muerto, “asesinada” por la física.

Pero el debate no estaba ni mucho menos zanjado. Ya lo anticipó (con la boca chica) el mismo Kelvin, cuando estimó la juventud del Sol en unos pocos millones de años y añadió, a renglón seguido, esta reflexión: “(…) a no ser que fuentes de calor desconocidas ahora por nosotros estén preparadas en el gran almacén de la creación”. Estas fuentes se hallaron a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Eran los elementos radiactivos que, como sabemos, producen calor al desintegrarse. Esto permitía postular una Tierra más anciana y con ello, un mayor tiempo para que los cambios en las especies, propuestos por Darwin, tuviesen lugar. Ernest Rutherford, en 1904, calculó una edad de 700 ma para una muestra del mineral pechblenda. Holmes, en 1931, situó la edad de la Tierra entre los 1600 y los 3000 ma. 
Finalmente, un desconocido estadounidense, Clair Patterson, ecologista adelantado a su época y militante contra el plomo de las gasolinas, dejaría zanjado el asunto en 1953, midiendo cantidades minúsculas de uranio y de plomo en muestras de cristales antiguos de meteoritos, que como sabemos, son las sobras de la formación del sistema solar. Desde este día nuestro planeta tiene oficialmente una edad de 4550 ma.

Por lo demás, creo que es un documental interesante y con una buena realización y presentación, como he dicho al comienzo de esta entrada. En el ámbito de la docencia en el que me muevo puede servir, si se fracciona, para trabajar conceptos e ideas científicas en el aula y propiciar, de esta manera, la reflexión sobre la evolución del conocimiento y la pasión por la Ciencia, como empresa colectiva inacabada.

Casimiro Jesús. Profesor de Ciencias en Secundaria.
Vocal de la APCCC (Asociación Profesorado de Córdoba por la Cultura Científica)



Hoaxes


http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Great-Moon-Hoax-1835-New-York-Sun-lithograph-298px.jpg?uselang=es
Todas las semanas recibo algún correo electrónico encadenado. Los hay que informan de terribles amenazas víricas para nuestros PCs o de trasplantes infantiles perentorios. Se denominan hoaxes. Hace pocas semanas recibí uno por dos vías distintas. Era una poesía satírica sobre la pereza de un diputado a la hora de ir al Congreso, atribuida a Fray Junípero Serra (1713-1784), franciscano evangelizador de las Américas durante el siglo XVIII. El correo terminaba con un lacónico “piensen que fue escrito en 1700 y valoren su vigencia”. Era una forma sutil de sugerirnos que, desde el principio, los parlamentarios han sido un “atajo de vagos e impresentables”. La duda me asaltó al instante, ya que no parecía un lenguaje del dieciocho. Además, usaba la palabra estrés, que no había sido acuñada aún (lo que no significa que no lo sintieran los atribulados hombres y mujeres de aquella época) y, lo que era más importante, este fraile no llegó a conocer las Cortes Generales, dado que las primeras datan de 1810. Investigué en la web y al momento hallé la respuesta: El autor de los versos envenenados era un colaborador de la derecha mediática, un tal José Aguilar Jurado, alias Fray Josepho de la Tarima. Los había recitado en un programa de radio que también pude escuchar (ahora llaman podcasts a estos archivos).

¿Cómo surgen este tipo de mensajes y porqué se extienden por la red de esta manera? No tengo una respuesta general a la primera parte de la pregunta, aunque sí creo tener elementos de juicio para aproximarme a la segunda. Y lo haré, por “deformación profesional”, ilustrándolo con dos correos relacionados con la Ciencia. El primero lo recibí en 2009. En resumen, el texto venía a decir que el 27 de Agosto, a medianoche, el planeta Marte sería la estrella más brillante en el Cielo, tan grande como la Luna llena y que el suceso no se volvería a repetir hasta el año 2287. Además desvelaba una explicación científica del hecho y las orientaciones para realizar esta asombrosa observación.

Al parecer, el engaño nació en el año 2003, cuando Marte alcanzó su máxima aproximación a nuestro planeta, situándose a unos 55 millones de km. Desde entonces circula por internet, repitiéndose a finales de agosto, a pesar de que con unos mínimos conocimientos astronómicos cualquiera desmontaría esta leyenda urbana. Demos unas cuantas cifras: Marte mide unos 6700 km de diámetro y, como hemos dicho, se encuentra a más de 55 millones de km (distancia mínima). Se observa en el cielo como una “estrella” de color rojizo que no titila, con una magnitud máxima de -2,8 (cuanto más negativo sea este valor, mejor se ve el astro). La Luna mide 3476 km (la mitad que Marte) y se encuentra a una distancia media de 384.000 km. Su magnitud aparente en plenilunio es de -12,6. Ahora piense el lector si una bola el doble de grande que la Luna puede verse igual que nuestro satélite, si está 140 veces más lejos. ¡Claro que podría suceder si… Marte se acercase a la Tierra hasta los 770.000 km (el doble de la distancia a la que se encuentra la Luna)! Si es así, reflexionemos entonces sobre la posibilidad de acercarse y alejarse en unas pocas horas y en las consecuencias de semejante aproximación, debido a su influjo gravitatorio: Mareas gigantes, desvío de órbitas, colisiones planetarias, etc.

Me interesan también los hoaxes referidos a la salud. Recuerdo uno más antiguo sobre tampones. Se presentaba en forma de powerpoint. Dicho mensaje advertía que muchos fabricantes ponen asbesto para producir más sangrado y aumentar así las ventas. El falso mensaje también se refería a otros dos componentes, el rayón y la dioxina, considerados carcinógenos igualmente. El mensaje finalizaba con una recomendación para usar tampones hechos 100% de algodón. Consultando la web supe que los tampones no contienen asbesto, que el rayón deriva de la celulosa y que, aunque las dioxinas se consideran perjudiciales para la salud, su presencia en los tampones (de algodón o de rayón, da igual) es despreciable, muy inferior a la que proporciona la dieta. ¿Fue un montaje de los fabricantes de tampones más “naturales”? No lo sé.

¿Por qué siguen transmitiéndose estos mensajes si no tienen fundamento? Creo que la respuesta es muy sencilla y, a la vez, desoladora. La irrupción en internet de estos contenidos pseudocientíficos facilita su multiplicación como patrañas en millones de cerebros interconectados, porque sus usuarios no están protegidos por dos de los “anticuerpos” fundamentales para moverse por el mundo y vivir en sociedad: La cultura científica y el espíritu crítico. Y así nos va.