“A la Iglesia le viene bien que se hable de Dios en la Física”,
ha dicho el portavoz de la Conferencia Episcopal, Martínez Camino, para dar la
bienvenida al reciente descubrimiento de
la partícula de Dios. Sinceramente, esto me suena a apropiación del
conocimiento científico. Sin embargo he de reconocer, en honor a la verdad, que
en esta ocasión la Iglesia no es la única responsable de este pequeño hurto a
la Ciencia. Más bien parece una cesión conceptual indebida de los
científicos, como veremos más adelante. También ha afirmado que
Dios está en el origen del Sol, de las estrellas y, por supuesto, del
amor y que la Física "nunca"
podrá dar una respuesta final a la pregunta de por qué existe
algo en vez de nada, porque "no tiene instrumentos
para ello". Supongo que se refiere al
principio de autoridad, a la tradición y a la fe, como las
herramientas para alcanzar su suprema e insondable verdad.
La partícula de Dios es el bosón de Higgs. Se hizo famosa
hace varios años con la puesta en
marcha del LHC, el Gran Acelerador
Colisionador de Hadrones, construido para confirmar el modelo estándar de la Física, mediante choques de partículas
elementales a velocidades próximas a la de la luz, recreando las condiciones
iniciales del universo. Pero no ha sido hasta el pasado 4 de julio cuando se ha dado a conocer en los medios, de forma
machacona y superficial, la noticia de su descubrimiento.
La historia de esta partícula es sugestiva e ilustra cómo se
construye, se divulga e interacciona la Ciencia. Su existencia fue postulada en
1964 por Peter Higgs -actualmente un
feliz y agradecido anciano de 83 años-
para explicar por qué tienen
diferentes masas las partículas que constituyen los átomos. En 1993, el premio Nobel,
Leo Lederman, escribió un
libro sobre ella, denominándola, por su dificultad para ser
detectada, "the goddamn particle" , es decir, la partícula
maldita; puñetera, de forma más coloquial o “jodida”, rozando la vulgaridad. El editor, en un alarde de
inteligencia creadora comercial decidió quedarse solo con god (dios) y titularlo The GodParticle: If the universe is the answer; wat is the question? cuya traducción sería: “La partícula
divina: Si el universo es la respuesta, ¿cuál es la pregunta? En 2008,
Higgs, un ateo convencido, declaró que
esto podría ofender a los creyentes.
Pero no es el editor de Lederman
el pionero en eso de vincular a Dios con los nuevos
descubrimientos, como gancho comercial o
intelectual. Ya lo habían hecho en 1988 Paul Davies con su libro Dios y la
nueva Física y Stephen Hawking, en la conclusión de su conocida y poco entendida Historia del Tiempo, que terminaba
así: “ Si encontrásemos una respuesta a esto (por qué existe el universo
y por qué existimos nosotros) sería el triunfo definitivo de la razón
humana, porque entonces conoceríamos el pensamiento de Dios.” ¡Ahí
queda eso!
Sería el mencionado Paul Davies
quien, abundando en esta misma idea, escribiría su controvertida obra “La
Mente de Dios”, en 1992. Fruto de este esfuerzo de conciliación entre
Ciencia y Religión ingresó en su cuenta corriente, en 1995, más de un millón
euros del Premio Templeton a la investigación sobre realidades
espirituales.
Pero a mi juicio, el especialista en esta calculada ambigüedad fue el propio Einstein, reconocido miembro de la comunidad judía.
Muchos le consideran creyente por
frases como “La ciencia sinreligión está coja. La religión sinciencia está ciega”. Pero
también afirmó que no creía en un dios personal, definiéndose como un no creyente
profundamente religioso, lo cual es una aparente contradicción. Pero como escribí en su día, el dios einsteniano es
la naturaleza junto con las leyes físicas que la gobiernan; y la
religiosidad, una especie de emoción por lo incomprensible. Estaremos de
acuerdo en que este dios no llena templos ni es fuente de enfrentamientos.
¿Qué asimila realmente el ciudadano/a cuando escucha noticias sobre la
partícula o la mente de Dios? Probablemente que los físicos están más cerca de
conocer cómo creó Dios el universo o, en su variante más sutil, cómo eligió los
números que nos gobiernan para poner en marcha todo lo que existe. Sin embargo,
una buena divulgación científica debería
transmitir la idea de que la
Ciencia se construye al margen de Dios, que no es necesario apelar a él
para tapar los agujeros del conocimiento y que
estas referencias divinas son tan solo
una metáfora. O un recurso poético
antipedagógico y algo puñetero, como la partícula de Higgs, que
durante estos días ha dejado de ser maldita por la gracia del LHC.
Diario Córdoba, 9 de julio de 2012
Diario Córdoba, 9 de julio de 2012
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